lunes, 31 de diciembre de 2007

Año nuevo, propósitos viejos

A punto de cambiar de año me descubro trazando estrategias vitales para no ser un auténtico desastre en 2008. No es la primera vez que lo hago. Cada año por estas fechas siempre reflexiono y me trazo un camino que, por supuesto, nunca cumplo. Pero este año debe de ser diferente. Se puede decir que he tomado posesión de mi vida en solitario (con piso incluido) y, después de los primeros ajustes, parece que todo va encajando. Por un momento pensé que la casa me iba a comer. Cuando acabas una cosa debes de empezar otra y así sucesivamente hasta el infinito sin tiempo para tomar un descanso. Es asfixiante. Con todo, confío en tomar las riendas definitivamente cuando ponga en marcha la caldera. Dos meses sin agua caliente y sin calefacción me parecen demasiados.
Bueno, pues el nuevo estatus me debe de servir para crecer. He prometido que me voy a organizar mejor y debo cumplirlo. Por mí más que por cualquier otra cosa. El orden que trató de inculcarme mi padre desde la infancia es el sendero más fácil para enderezar mi vida. Lo primero será comprar una agenda y lo segundo, seguirla día a día. Poco a poco, eso sí, que mi pachorra no me permite ir más deprisa. Sólo pido un poco de paciencia. Por parte de los demás y de la mía propia.
Un amigo me ha invitado a reflexionar con él cuando regrese de su periplo por el globo. Me parece que ha tenido mucho tiempo para pensar y que me van a sorprender sus planteamientos. Para bien, claro. Me alegra verle finalmente con rumbo fijo, con seguridad y con las cosas bien atadas. Ahora sé que debo de seguir algunos de sus pasos para recorrer con seguridad el camino que me he propuesto para el nuevo año.

PD. Siento el retraso, cuestiones de la técnica.

lunes, 3 de diciembre de 2007

El espíritu persiste

No fueron fiestas excepcionales por lo formal pero sí por lo anímico. Considerar los reencuentros y los escenarios exclusivamente me parece injusto porque el acontecimiento profesional del año y sus circunstancias depararon más de una sensación agradable. Fue como en los viejos tiempos, una celebración de menos a más. Como cuando cada cosa estaba en su sitio y todo transcurría con naturalidad, lejos de los quebraderos de cabeza que trae la edad. Y encima, por partida doble.
La tensión y la falta de glamour del primer aniversario, el de Valencia, quedaron compensados por el espíritu colectivo. Tuve la agradable sensación de haber regresado al colegio, cuando los profesores concertaban citas colectivas con los padres e intercambiábamos presentaciones entre los colegas. Porque quien más quien menos estuvo entre familiares y amigos. Yo mismo conocí a los padres de muchos y exhibí a mis compañeros ante el mío. Luego, todo fue como esperaba, genial. Pasándomelo como no recordaba y haciendo más de una confesión. Incluso ejerciendo de modelo de un gran maestro.
La segunda, la de Alicante, fue aún mejor. No hubo casi presentaciones pero sí más complicidad y una maestra de ceremonias insuperable (de la que nos privaron en Valencia por un 'despiste' del jefe de esos que no existen luego). La fiesta vino con los de siempre y con los nuevos. Los extraños desaparecieron pronto y nos dedicamos a lo nuestro, a pasarlo bien. Algunos aprovecharon para conocer a sus compañeros en la distancia en su mejor momento, en la relajación de una gran farra. Otros, para confirmar sus suposiciones. Sólo eché en falta una cosa: a mi amigo del alma decretando el final con una gran charla. Aunque los nuevos tiempos no son tampoco nada malos.
La tercera la propició la oportunidad y era, quizás, la que más nervioso me ponía a priori. Sin embargo, fue entrar y sentirme cómodo, tanto por ellos como por mí mismo.
Nada más que pedir a un fin de semana excepcional.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Costumbres forzadas

Ha llegado la fiesta del periódico. Por una vez, quizás animado por el dandismo que confiere la entrada en la decadencia de los 30, me había animado a comprar un buen traje, una buena camisa y una corbata ejemplar. Quería verme bien. Voy a la tienda una, dos y tres veces para asegurar la decisión. Al final salgo convencido de que todo ha ido como esperaba y con tiempo de sobra. Sólo una pega, hay que arreglar las mangas. La dependienta me anima a confiar en que no hay problema ninguno, que es un apaño normal y que en dos días me vendrá como un guante. No sé por qué pero su seguridad dispara mis ganas de vestir bien. Entre dudas me hago con una camisa y una corbata avaladas por nuestro experto en moda. Todo va perfecto, incluso me atrevo a romper la convencionalidad (poco, eso sí) del atuendo.

Pero como suele ocurrir en estos casos, algo se ha torcido el último día. Cuando me presento en la tienda dispuesto a recoger la indumentaria, me dan la mala noticia: no se puede arreglar. El gris se apodera por completo de mí durante unos segundos, aunque no demasiado. Dos llamadas fueron suficientes para devolverme al rosa. Pero el ánimo recuperado no implica ninguna solución práctica. Como siempre, me toca perder el culo para no llegar tarde. Parece que es mi sino. Es algo contra lo que no puedo competir. Desde que me conozco he ido a contrarreloj y la edad no va a cambiarlo, ahora lo veo. Lo que no deja de crecer es mi ingenuidad.

martes, 20 de noviembre de 2007

Reconciliaciones

Visita a Alicante y salida obligada. Demasiadas copas o demasiada edad (o las dos al mismo tiempo) porque estuve a punto de desfallecer. Mi estómago no pudo soportar el trasiego y reclamó un tiempo muerto a mitad de la noche. Al final, conseguí superar el bache y volví a experimentar las sensaciones que siempre me ha provocado esa ciudad. No se trata de un asunto arquitectónico sino más bien de seguridad, de amistad y de recuerdos. Cada vez que me asomo por sus calles lo hago acompañado por las mismas personas y por el mismo espíritu, ése del que nunca gocé cuando vivía allí. Entonces era otra cosa, se trataba de una obligación que soportaba a duras penas. Hoy las cosas han cambiado. Quizás porque no es mi lugar de residencia y sólo acudo de visita o quizás porque el paso de los años ha reblandecido mi animadversión hacia ella. En esta ocasión, además, había otro componente que añadir, el anuncio de un nuevo estatus.
El resultado fue el esperado, demasiada tensión para reaccionar con normalidad. El tiempo seguro que lo cura, lo hace con todo, incluso con Alicante.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Intrascendencia

Era cuestión de divertirse más que otra cosa. Los equipos implicados no parecían los más apropiados para ofrecer un gran espectáculo. De un lado, el Valencia, con nuevo entrenador y en pleno desequilibrio de todo. Del otro, el Murcia, cuya principal virtud era tener un chándal como el traje de faena de Peter Parker. Hacía meses que no iba al fútbol y, por lo visto el sábado, se me han quitado las ganas de repetir, al menos hasta que pase un tiempo. Lo bueno es que lo que ocurrió unos metros más abajo no me pilló por sorpresa. Del resto, todo bastante bien.
Es impresionante la capacidad que tiene el deporte profesional y el ambiente que lo envuelve de abstraerte de cualquier pensamiento. Pese al peñazo del juego, conseguí olvidarme de mis preocupaciones que, aunque no sean muchas ni muy graves, ahí están. Paños de agua caliente que no sirven de nada, dirán algunos. Pues sí, pero efectivos durante un rato al fin y al cabo. Suficientes para recargar pilas y recomenzar. Con todo, un alivio temporal que no excusa el inmovilismo que practican algunos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cupido existe

Hay personas que se graban en el corazón sin un motivo aparente. Basta una simple mirada para que una cara, un gesto o una sonrisa no se olviden nunca. Es una sensación fácilmente reconocible: Algo se ilumina en la mente y su destello deja una marca imborrable en la memoria. Eso fue lo que me ocurrió hace ya algunos años, cuando la conocí en Alicante. Entonces no sólo me pareció una chica guapa, era otra cosa, era especial. Conseguía que todo lo que la rodeaba fuera radiante. Su alegría desbordaba todo lo que hacía y escribía. Entonces no le di demasiada importancia.
Ha pasado el tiempo y nada ha cambiado, sigue igual. El transcurrir de los años no le ha hecho perder ni una pizca de aquel carácter. Es más, la madurez le ha aportado serenidad. Fue en nuestro reencuentro en Valencia cuando descubrí que no me la podía sacar de la cabeza. A su lado era feliz. Era suficiente una sonrisa suya para dar por bueno el día. Fue lo único agradable de una etapa sombría de mi vida en lo profesional y en lo personal. El rumbo que tomaban los acontecimientos no era el que yo hubiera deseado pero no tenía la fortaleza necesaria para cambiarlo. Coincidencia o no, la visita del Papa a Valencia pareció devolverme las fuerzas, rompí con todas las ataduras y establecí un nuevo sistema de prioridades. Comencé un camino que sólo me podía llevar a ella.
- Te quiero.
Me costó más de un año pronunciar las palabras que siempre me asaltaban en su presencia. Fue un acto reflejo, no lo había premeditado, pero cuando oí que salían de mi boca sentí un gran alivio. Por fin me había decidido. Las dije sin esperar una respuesta, ingenuo, sin saber que me conducirían al periodo más feliz de mi vida.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Figuras espectrales

Hace tiempo que no está pero casi nadie se ha dado cuenta. Se fue como llegó, en silencio, sin hacer ruido, sin despedirse. Su lugar estaba al fondo de la redacción y no daba más muestras de su existencia que un escueto 'hola' al pasar por entre las mesas. Se sentaba y dejaba que transcurriesen unas horas antes de recoger sus cosas y emprender la marcha a casa o adonde quiera que fuera. Algunos dicen que el director no quiso que continuase pero dudo hasta de que supiese que trabajaba con nosotros. Creo que sencillamente un día se quedó y nadie le dijo nada; se convirtió en un objeto más del periódico.
Durante su exigua estancia en la redacción ha aportado más bien poco por no decir nada. Ni tan siquiera fue capaz de buscar un restaurante donde celebrar la última fiesta de los becarios. No era una habitual de los corrillos ni una fuera de serie de la información. No, supongo que sólo venía a darse un pequeño paseo diario para bajar la comida.
En realidad creo que ella, al menos su espíritu, se fue con el resto de los becarios pero que su cuerpo se resistió a marcharse y se quedó con nosotros un tiempo más. Efectivamente, era un ser tangible, respondía a los estímulos aunque poco más. Al final, no aguantó, se decidió a caminar hacia la luz para reencontrarse con los suyos. Adiós, espíritu, que te vaya bien.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Un lugar en la memoria

Es en días como éste cuando conviene echar la vista atrás, mirar al pasado y recordar. Siempre que lo hago encuentro un precipicio, un agujero en el que si caigo no estoy seguro de poder salir. Por eso sólo me asomo, lo justo para desempolvar la memoria y volver a fijarme en el futuro lo más rápido posible. Sin embargo, es inevitable asumir ciertos riesgos para seguir adelante. El pasado es la base sobre la que se asienta el presente y no puedo dejar de recordar a quien tanto ha influido en lo que soy. El trabajo y la actividad diaria no me permiten pensar demasiado en ella y por eso agradezco los días como hoy, en los que tengo tiempo de sobra para hacerlo.

Han pasado casi dos años y sólo esta mañana he sido consciente de la velocidad con la que transcurren los meses. Las imágenes se habían desdibujado considerablemente pero la visita al cementerio me ha servido para refrescarlas y devolverla a mi cabeza. Ahora me siento mejor.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Bienvenido, caos

Hace tiempo que estoy demasiado complaciente. El rosa ha engullido todo lo demás durante un tiempo pero la realidad siempre acaba por imponerse. Me quedan muchas cosas por resolver y tengo la sensación de no llegar a ninguna. Los desajustes me han llegado de repente, cuando ya no los esperaba. No son cuestiones de excesiva importancia aunque sí necesarias para mi vida cotidiana. Poner una lavadora, hablar con el director del banco, recomprar mi casa, descartarla o retomar mis contactos familiares son asuntos de los que me he desentendido demasiado tiempo y ahora no paran de acosarme. No he llegado al extremo de que me asfixien y me devuelvan al gris pero siento la necesidad de atajarlos antes de que se me escapen de las manos. Más aún, creo que son estas cosas las que deben de marcar mi agenda, las que tengo que priorizar sobre cualquier otra. Al fin y al cabo son las mías.
El desorden no es siempre sinónimo de problemas. A veces simplemente sirve como sistema de alarma para enfocar lo verdaderamente importante. Creo que esta vez lo he entendido y voy a tratar de poner soluciones. Eso sí, sigo sin renunciar al rosa.

lunes, 15 de octubre de 2007

Oasis laborales

Pocas veces encuentro una sensación especial en el trabajo. Habito excesivamente en lo cotidiano y sólo algunos detalles consiguen difuminarlo. Con todo, en ocasiones ocurre. Unas veces son los sucesos otras, como ahora, los especiales. El último me ha parecido casi impecable; Nada que objetar (menos aún viendo la competencia). Sin duda, ha constituido una de las mejores experiencias como redactor. No se trata de haber conseguido un texto genial, una buena historia o cualquier otro logro personal sino de algo más relacionado con el grupo. Todos los que participaron en su elaboración han aportado algo suyo y el resultado ha sido más que bueno.

He de confesar que en un primer momento me apetecía afrontar el suplemento en solitario. El tema me interesaba y era el primero para el que me designaban oficialmente como coordinador (si no contamos el de las fiestas patronales). El exceso de trabajo me obligó a reclutar a los míos, en los que más confío, y ahora, con el documento en las manos, me alegro de que haya sido así. Hemos sabido trabajar juntos y no me ha parecido excesivamente complicado, algo que no sucede en el día a día, donde nos perdemos constantemente en el individualismo. He ejercido de responsable pero lo cierto es que no he hecho más que dejar que los demás aportaran sus ideas. Quizás la clave esté en esto mismo, en no mirarnos tanto el ombligo, abandonar la búsqueda de la gloria personal y preocuparnos más por el éxito global (casi parafraseando el nuevo lema de El País). Ocurre en otros periódicos y creo que hemos demostrado capacidades sobradas para llevarlo a término. Sólo hace falta que los de arriba olviden sus cuitas y sus malos modos, sepan ver la valía que desprende su redacción y recompensarla.

jueves, 11 de octubre de 2007

Desde un rincón del mundo

Parecía un día más, un día intrascendente, pero al final no lo fue. Salía de apaciguar algunos fuegos internos del periódico cuando una compañera me abordó: Te ha llamado D.T. Será otro, le dije, porque ése no creo.
Pues vaya si era. Y encima conseguí hablar con él unos minutos. Un regalo. Lo necesitaba. Le echo de menos más de lo que se piensa. Lleva un mes fuera y me parece una eternidad. Aún así el contacto fue rápido y natural, como si nunca se hubiese ido. Algo que creo que sólo sucede con los amigos de verdad. Es más, me dio la sensación de que la distancia ha conseguido reforzar ciertos vínculos e incluso me permití cortar una conversación con mi director para atender plenamente su llamada.
De la breve conversación logré extraer que está feliz. Está disfrutando de un viaje único, de envidia. De esos que sólo se hacen una vez en la vida. De hecho, últimamente se ha convertido en el protagonista de muchas de mis conversaciones: pues tengo un amigo que se ha ido a dar la vuelta al mundo, proclamo por todas partes.
Pues bien, sólo esa llamada transformó mi día en algo excepcional. Y es que las pequeñas cosas son capaces de cambiarlo todo.

lunes, 8 de octubre de 2007

¿Qué aviones?

La negación siempre es la clave. En mi grupo lo saben desde hace tiempo y la aplican siempre: Pase lo que pase nunca lo reconozcas o estarás perdido sin remisión. ¿Has sido infiel y te han descubierto flagrantemente? Niégalo. Si insistes lo suficiente y con verdadera convicción podrías conseguir que las acusaciones se tambaleen.
Nunca pensé que la táctica fuera nueva pero tampoco que la utilizaran las instituciones públicas. Pues mira por donde, lo hacen. Desde hace un tiempo los aviones sobrevuelan Valencia a una altitud tan exigua que el ruido es insoportable a pie de calle. No se trata de algo ocasional, ocurre desde hace meses por todos los barrios y a todas horas. En principio se dijo que se trataba de maniobras de los pilotos para ahorrar combustible. Luego, los responsables del aeropuerto de Manises aseguraron que la culpa era de unas obras en la pista de aterrizaje. Y ahora, Aena se ha empeñado en que, sencillamente, no ocurre. Los aviones siguen su ruta habitual y no pasan por encima de la ciudad, responden los técnicos ante las múltiples quejas vecinales.
La realidad es que los aviones siguen ahí. Es algo apreciable a simple vista, a cualquier hora y en el distrito que elijas. Negarlo parece un insulto a la inteligencia pero alguien ha pensado que tratar a los vecinos como novias despechadas era la mejor opción. Y así siguen: Unos lamentándose y otros negándolo, cumpliendo la máxima y sembrando la duda. El problema es que cuando la dirección del aeropuerto acepte la realidad y quiera ponerle freno tendrá las manos atadas. Las compañías aéreas estarán tan acostumbradas a campar a sus anchas que amenazarán con retirar a Valencia de sus rutas. Entonces los responsables del aeródromo sí tendrán un problema y caerán en la cuenta de que los cornudos son ellos.

domingo, 7 de octubre de 2007

Vendo piso barato

Leo por todas partes que llega la crisis inmobiliaria y que en EEUU y Gran Bretaña varias entidades hipotecarias se han ido al garete. Además, los tipos de interés se han disparado. Converso con varios amigos y me dicen que el problema ya ha aterrizado en España, que no es una cosa aislada. Los precios están bajando, especialmente los de vivienda usada. Es el momento, pienso. Pero no acabo de estar convencido. Decido esperar pero Llanera y Astroc sufren sendos desmayos y me hacen recapacitar. Todo parece que se confabula en mi favor. Quizás ha llegado el momento de pedir la tasación de mi piso. Igual me llevo una sorpresa y puedo pagarlo solo. Finalmente, me armo de valor y acudo al banco. No te preocupes, me espeta el director al salir de su despacho, todo está a tu favor. Entonces una sonrisa se dibuja en mi rostro: He hecho bien, seguro.
Ja. Ingenuo. No diré la cifra pero la jugada no me ha podido salir peor. El precio es imposible para mí y creo que para cualquier otro también. Ni tan siquiera los bancos son conscientes del problema que tienen entre manos. En pleno frenazo de ventas inmobiliarias se permiten el lujo de fijar un valor desorbitado. Precio de mercado, insiste el tasador. Me dan ganas de preguntarle cuánto cobra y si él podría permitírselo pero callo y estudio una fórmula que me ayude a satisfacer esa cantidad y recuperar mi independencia lo más rápido posible. Escudriño mi nómina y los números no cuadran ni por asomo. ¿Precio de mercado? ¿De cuál? Pregunto a la gente que me rodea y no muchos cobran más que yo. Entonces, ¿cómo que precio de mercado? Nos hemos vuelto locos. ¿Pero no había crisis? Me da la sensación de que la única crisis es la mía. A este paso voy a acabar mendigando un hueco debajo del puente de Campanar. Pues nada, seguiré parasitando a papá.

miércoles, 3 de octubre de 2007

En el borde del precipicio

Convertir un falso aviso de bomba en noticia es un error y de los gordos. Lo saben hasta los estudiantes de primero de facultad. Pues bien, parece que algunos compañeros no acaban de aprenderse la lección. A falta de una noticia de verdad que vender, el intento de periodista en cuestión comenzó a pregonar a voz en grito que tenía una exclusiva (otra más), reclamando protagonismo en mitad de la redacción. Se había caído una casa en el centro y, además, como novedad, aportaba que alguien había reivindicado un hipotético coche bomba en los alrededores. Bendecido por las autoridades, pretendía obviar o minusvalorar el derrumbe en favor de la no noticia. Me tuve que morder la lengua para no soltarle un exabrupto y explicarle un par de cosas.

La información es siempre muy delicada y la de sucesos más aún. No hace falta buscarle tres pies al gato para equivocarte. Publicas algo con la mejor de las intenciones y al final lo que has escrito acaba por no ajustarse a la verdad. A veces simplemente es cuestión de un pequeño matiz que rompe la estructura. Nos sucede a todos. Por eso siempre hay que intentar hilar muy fino aunque no siempre se consiga. Pero lo de este chico raya lo indecente. Sencillamente, se limita a pregonar cuestiones sin confirmar o sin ningún tipo de base. He pasado por esa sección y sé lo duro que es llevar el día a día. Eso, sin embargo, no le excusa. La presión es igual para todos y hay determinadas cosas que no se deben consentir. Al final, alguien impuso cordura y evitó el desastre: La no noticia fue relegada a la nada y la información salió medianamente correcta.

Lunes de nuevo

Hay semanas en las que uno transita por la vida como sonámbulo. Sencillamente te levantas y dejas que el día te arrastre. La cosa consiste en sobrevivir, sin más. Generalmente suelo trazar proyectos, marcarme objetivos, pero esta mañana me ha invadido esa sensación. Sabía (no sé cómo ni por qué) que cualquier plan que me marcase se iba a venir abajo como un castillo de naipes. He pensado que era inútil tratar de combatirlo y no lo he hecho, me he dejado llevar sin oponer resistencia alguna. Como siempre. Al final, el rosa ha acudido al rescate y ha roto el maleficio. Ahora no dejo de pensar que podría haber hecho más, que a veces debo de poner algo de mi parte para anular esa sensación de raíz y no dejarla crecer durante todo el día porque cuando me doy cuenta se ha apoderado de toda la semana.
Lo dicho, borrón y cuenta nueva. La semana acaba de empezar aunque estemos a miércoles.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Ladrillos de ida y vuelta

Primero fue Astroc. Bañuelos, previsor, observó la situación y consiguió escapar antes de dejar su barco de ladrillos a la deriva. Ahora parece que el turno le ha tocado a Llanera. Los flamantes directivos de la que fuera, en sus primeros tiempos, una constructora dedicada a los polígonos industriales se han tenido que arremangar los pantalones para achicar el agua que entra a borbotones en sus oficinas. Los proveedores se han amotinado cansados de recibir largas a la hora de cobrar y exigen que se les liquiden las cuentas. Fernando Gallego, consejero delegado de la empresa y ciudadano endiosado donde los haya, sólo es capaz de articular nuevas excusas para ganar un tiempo que ya no tiene. Se acabó el momento de la especulación y el pelotazo y los que no han sabido adelantarse a la jugada, los neófitos en el sector, se han quedado con el culo al aire. La Generalitat ya no está del lado de los señores del ladrillo. Bueno, sí, pero calibra su apoyo con más cabeza; no está Blasco. González Pons ha advertido a Gallego de que no va a reclasificar más suelo agrícola para cimentar los castillos en el aire que había diseñado Llanera y el que se pensaba ejecutivo del año ha decidido afrontar el problema regularizando plantilla. Genial, eso es saber llevar la nave. Ahora sólo espero que, si la crisis va más allá, el gerente asuma su responsabilidad y no se vaya de rositas. Fue él quien decidió dar un giro a la modesta y exitosa política empresarial de la sociedad de su familia creyéndose el más listo de la clase y debe ser él quien pague los platos rotos.
Pero los efectos de los pelotazos no sólo pasarán factura a las empresas que los han protagonizado. Centenares (sino miles) de desempleados y casi todos los rincones de la autonomía hormigonados son el balance de la magnífica aportación a la economía del sector de la construcción. Al final los eurodiputados aquellos no eran tan mal intencionados ni tan canallas como se dijo. A ver si también va a ser que el pomposo superávit del Consell tampoco es lo que parece.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Todo al rosa

Últimamente todo va bien. No salgo de mi asombro. Es extraño cómo las circunstancias pueden dar un giro inesperado y colocarte de frente en la vida. He recuperado la sensación de ocupar mi lugar, de hacer justo lo que debo. En el trabajo y en la vida (Y no, señor policía, esto no es un anuncio de compresas sino el reflejo de un estado de ánimo). Sé, sin embargo, que todo puede torcerse, que lo que hoy es rosa mañana podría ser gris. Puede ser, pero me he decidido a apostar por el rosa. A vivirlo con plena intensidad mientras dure y ojalá que sea para siempre. Alguien me ha hecho ver que el gris no es una forma cómoda de ver la vida. Tiene toda la razón. Estaba equivocado y no me importa reconocerlo.
Bueno, la vida es quemar etapas y yo voy a por otra. La madurez no acaba de llegar pero tampoco me importa demasiado. Tendré paciencia.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Dosis de realidad

El tiempo no sólo se acumula en mi existencia como un lastre, también me ha servido para crecer, para madurar. Gracias a su inevitable transcurrir he aprendido a controlar mejor los momentos de trabajo (No tanto como me gustaría pero sí lo suficiente). Fue ayer cuando tuve conciencia de esta situación. Un suceso propició la revelación. Hacía tiempo que no me enfrentaba a uno de ellos y me hacía falta salir de nuevo a la calle para volver a experimentar los encantos de la profesión. Decía con tino un prócer entre los plumillas que hay quien practica periodismo de salón y otros que se empapan de realidad. Pues ayer yo fui feliz embadurnado de tragedia, lo reconozco. Hasta el jefe me lo notó pese a que afloraron mis llantos habituales en el interior de su despacho. Nunca seré un buen actor.
Pese a los efectos beneficiosos de la experiencia, no tengo ganas de volver a la que considero la sección más dura del periódico. Es demasiado exigente y requiere de dosis de entusiasmo que actualmente no tengo. Tampoco la jauría que la acompaña es recomendable. Un vistazo a mi alrededor al llegar al lugar del crimen y los actores habituales de los sucesos aparecieron en escena. Los hay de todo tipo. Los primeros, los compañeros de las televisiones. Esperan cualquier movimiento de los redactores de periódico para ponerse a su rueda y expulsarles después de las declaraciones a golpe de cámara. Otros, los peores, son los que cuando se sienten protagonistas se atreven incluso a lanzar preguntas como: ¿Había mucha sangre? Pues seguro, los habían degollado. Finalmente, están los popes que han tenido que bajar a la tierra a conocer a los mortales y no saben ni por donde caminan. Se les ve a la legua. En las ruedas de prensa de sus secciones no dejan de sacar pecho. Hacen chistes, ríen a carcajadas y dan palmaditas. Pero en estas situaciones se pierden, se les ve atemorizados. Ni se mueven.
A todos los redactores nos viene bien una dosis de realidad de vez en cuando. Hay que bajar al mundo para saber qué es lo que hacemos, para mantener el contacto aunque sea a golpe de asesinato. Afortunadamente, yo no estaba tan alejado como pensaba. Me mantengo en forma y me alegro. Veremos cuánto me dura.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Para ti

Desde que vi Closer esta canción no ha dejado de sonar en mi cabeza.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Malas pulgas

Vaya por delante que odio el transporte público pero después de lo de ayer me he hecho la firme promesa de no volver a utilizarlo jamás. Todo el mundo tiene derecho a un mal día y casualmente el del conductor del autobús que cogí para llegar al periódico se produjo ayer, justo en mi primera incursión desde hacía mucho tiempo en la EMT. Subí temeroso porque conozco el mal talante de los autobuseros y pedí perdón incluso antes de atreverme a preguntar cuánto tenía que pagar. Uno con quince, me escupió. Su mirada advertía que podía estallar en cualquier momento así que pague sin rechistar. Pese a mi silencio, contribuí un poco a incrementar su mal humor. Mi torpeza habitual y la tensión de su mirada hicieron que una moneda de 20 céntimos se deslizara al suelo y se escapase un par de metros hacia el fondo del vehículo. Insistí en mis disculpas y acabé de abonar el billete simple.
La mala suerte hizo que el único asiento libre se encontrara junto a él, con lo que no pude distanciarme de la negatividad que irradiaba. Pues bien, aquella bomba de relojería acabó de explotar un par de paradas más adelante. El niño reprendido no dejó de llorar tras su bramido.
El terrorista intercambió conmigo una mirada furibunda: ¿Qué? pareció retarme. Me escurrí en la butaca y guardé la lengua en el bolsillo. No era el momento de hacerme el listo. Minutos después el hombre pareció darse cuenta de su actitud y paró el autobús. Echó una mirada hacia el fondo y debió de observar el pánico entre los pasajeros porque inmediatamente se bajo y se tomó un respiro de cinco minutos junto a una de esas nuevas taquillas de la EMT. Parece que el remedio surtió efecto porque al subir de nuevo esbozó una tímida sonrisa a una mujer. El resto del viaje transcurrió sin incidentes.
Entiendo el enfado. ¿Quién no se ha encabronado alguna vez con el planeta en general y ha extendido sus exabruptos por doquier? El problema es que un funcionario que atiende al público debería cuidar un poco más las formas. Los demás no tenemos culpa de sus ciclotimias. Tampoco el tráfico, a pesar de estar inaguantable, le exime de su comportamiento. Si no lo soporta, que se busque otro trabajo.
La cuestión es que un día de mal humor de un conductor me ha amargado el día. Y para colmo,
se ha puesto a llover. Gracias por estropearme una semana estupenda, señor EMT. No volverá a ocurrir porque no subiré de nuevo a un autobús de línea. Pero sepa usted que he perdido mi ilusión por el otoño por su culpa, aunque le importe un pito.

Insomnio

Cuando lo estaba desenvolviendo y vi las primeras aristas de la caja que lo contenía, sabía que me conduciría a la perdición. Ahora, a altas horas de la madrugada todavía no he parado de comprobarlo. Trato de echar la culpa a mis compañeros de trabajo, que fueron quienes decidieron entregármelo, pero la culpa no es más que mía. Desde la niñez siempre he tenido una facilidad inmensa para engancharme a cualquier sistema de entretenimiento por tonto y simple que fuera. Ahí están mis hermanas y mi padre para atestiguarlo. Era darme un videojuego cualquiera y no molestaba en todo el día; mi mundo quedaba restringido a los esquemáticos personajes que aparecían en la pantalla (Al fin y al cabo, quizás mis padres tuvieron la culpa de mi adicción por abusar del método para que me estuviese quieto). Disponer de uno de estos prodigios te garantizaba amigos. Todos se arremolinaban a tu alrededor para que les dejaras aunque fuera una sola partida. Fui un fanático del Rampage, del Snow, del Side Arms y, como no, del Out Run. Nada que ver con los espectaculares gráficos de los videojuegos de ahora. Antes nos conformábamos con mucho menos. Dos botones parecían un mundo por dominar. Fuimos la generación de los recreativos, esas salas de maquinitas y petacas que hoy prácticamente han desaparecido. Entonces ser canalla era pasarse el día junto a los futbolines y todos tratábamos de ser malos.

Las consolas de última generación han echado a perder aquel ambiente. Ahora, quien más quien menos tiene una playstation en el comedor de su casa. Pero ya no es lo mismo. No hay nadie alrededor a quien mostrar tus habilidades. Ni tan siquiera internet te ofrece la gloriosa sensación de machacar a tu rival cara a cara. Todo se hace más solitario. Más vacío. Sin embargo, aquí estoy. Dándole a los mandos y perdiendo el tiempo. ¿Por qué me habéis hecho esto?

jueves, 13 de septiembre de 2007

Ciencia-ficción

Punset, Asimov, Bryson y compañía engrosan las estanterías de mi cuarto desde hace un par de semanas. Han sido las últimas incorporaciones a mi exigua biblioteca. Ni poesía ni ensayo ni novela negra, ciencia pura y dura. No sé si preocuparme por este brote de freakismo, pero un día, camino del trabajo, me asaltó la duda. ¿Cómo sabemos qué edad tiene la tierra o cuándo se formó el universo? ¿Y las estrellas? ¿A quién se le ha ocurrido la forma de establecer el cálculo? Los libros de texto de mi infancia tenían una respuesta contundente para cada una de estas preguntas. Es más, ofrecían una precisión milimétrica y, entonces, las acepté sin titubear. Pero cuando ese día escuché por la radio que Plutón quedaba descartado como planeta, aquellas enseñanzas se tambalearon. No puede ser, pensé, ¿Por qué? El locutor ofreció inmediatamente una explicación sencilla: existen centenares de satélites y asteroides en la misma órbita que incluso le superan en tamaño y es más fácil quitar uno que añadir cien. Toma, adiós a un año de clases. Ya sabía yo que ir al colegio era perder el tiempo.
Me hice entonces con un buen puñado de libros de divulgación científica para intentar fijar mis conocimientos y evitar nuevos sustos. Bueno, pues me han bastado un par de semanas para abandonarlos. No merece la pena continuar. Los astrónomos y los físicos no soportan un análisis riguroso. Establecen teorías que cualquier otro tumba de un plumazo pasados dos días de promulgarlas. Pensé que los periodistas eramos unos suicidas por escribir historias con una fecha de caducidad de vértigo. Pero, a veces, como sin quererlo, aparecen este tipo de cosas que te dan un poco de vidilla. Al final resulta que las profesiones que parecían más sesudas y rigurosas no dejan de ser tan endebles como la nuestra.

martes, 11 de septiembre de 2007

Un psiquiatra, por favor

Veo las previsiones y no salgo de mi asombro: Rafa Rubio convoca una rueda de prensa para poner los puntos sobre las íes en el asunto de la Copa América que lleva a maltraer al Gobierno, al Consell y al Ayuntamiento. Vuelvo a mirar y me froto los ojos. No, no alucino, eso seguro; Hace semanas que no fumo. Compruebo que no se trata de una errata. Efectivamente, no es un error. Cada vez estoy más confundido. ¿En qué quedamos? ¿Dónde está Carmen Alborch? ¿Rubio no iba a ser el sacrificado en aras de una revolución de talante llegada desde Madrid? Echo mano del exceso de trabajo para justificar la ausencia. No hay manera. Sólo han pasado tres meses desde que Carmencita aterrizó en la casa consistorial y ha tenido más vacaciones que la propia alcaldesa (lo que ha provocado mil y un chistes entre los miembros del equipo de Gobierno). Pregunto en el grupo socialista pero nadie sabe darme una respuesta. O al menos fingen no saberla.

Lo que yo creo es que la locura se ha adueñado de las filas socialistas y que la debacle electoral no ha sido la causa sino la consecuencia. Nada de lo que hacen en esa casa de un tiempo a esta parte tiene ni pies ni cabeza. Nadie impone una nota de cordura y me cabe la duda de que Pla tenga la culpa de todo porque las llamadas apuestas de Zapatero han sido de traca, la propia Alborch o Etelvina Andreu, cuya propuesta estrella para tumbar al Alperi más casposo era recuperar los serenos de la etapa franquista. Mientras tanto, los más capaces se pudren arrinconados en el banquillo como Juan Soto en Valencia o Carmen Sánchez Brufal en Alicante. Por favor, que alguien llame a un psiquiatra, que tiene trabajo de sobra en Blanquerías.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Te echaré de menos, Fileas Fogg!

Nunca creí que sentiría tanto apego por mis amigos. Diría hasta que paso más tiempo con ellos que con mi familia pero es que, en cierta manera, son parte de ella. Han estado en los momentos más duros y se lo agradezco de corazón. Ahora, uno de ellos, uno de los más próximos, se va. Me preguntaba una conocida común si no estaba apenado por su marcha y no tardé en responderle que no. Tan sólo se va a dar la vuelta al mundo, volverá, le dije. Repaso mentalmente aquella conversación y creo que me equivoqué. Le contesté demasiado deprisa, sin pensar. La verdad es que le voy a echar de menos. Ha sido y será, estoy seguro, uno de los mejores apoyos con los que he contado (aunque no el único) y no sé qué voy a hacer cuando me vuelva a sacudir la incertidumbre y no pueda llamarle. No es que haya seguido siempre sus consejos a rajatabla pero saber que a alguien le preocupaba cómo estaba y lo que me pasara me ha ayudado a sostenerme en mis momentos de duda.
Bueno, al menos me consolaré siguiendo su periplo por el globo en su blog. Pásalo bien, no te agobies, sé valiente y, Ana, devuélvenoslo de una pieza. Le necesitamos.

Palos sin zanahoria

Se abre el telón, llega, se balancea hasta su sillón y comienza el espectáculo. Nadie escapa a su influjo. Sus tentáculos se extienden por todos los rincones y consigue acaparar la atención del público instantáneamente, sin ni siquiera mover una pestaña. La función está en marcha. Llama, desestabiliza, ríe y vuelta a empezar. Es el primer síntoma de que ha acabado el verano. Volvemos a la normalidad. Navegábamos sobre una balsa de aceite y de repente nos encontramos en la vorágine. No nos ha dado tiempo ni a ponernos el chubasquero. No sabíamos que volveríamos a alta mar tan pronto. Las olas son gigantescas y sacuden con fuerza el viejo cascarón pero los marineros de este barco ya no se sorprenden de nada. Las viejas heridas han cicatrizado aunque estén grabadas a fuego. Una orden y todos a remar. Nadie está dispuesto a paladear de nuevo el amargo sabor del látigo. Remamos sin timonel y el esfuerzo es desproporcionado. Aún así, remamos.
Otra vez zozobra y algunos remeros se caen de la galera. Se aferraban con uñas y dientes a las palas pero ha sido un esfuerzo inútil. Están condenados. O no. Igual consiguen alcanzar la orilla de una buena isla o al menos encuentran un tablón al que sujetarse. Suerte porque nadie saltará a por ellos.
Mientras, el telón sigue arriba y la música no para. Todos bailamos porque nadie quiere quedarse sin su silla. Estamos cegados. O sordos. A veces ni tan siquiera necesitamos escuchar los cantos de sirena para comenzar la danza habitual. Nos hemos acomodado al tacto de la fusta y hasta creemos que es normal. Pero no lo es.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Fantasmas

No, creo que no tiene nada que ver con la edad. No estoy especialmente refunfuñón a pesar de la treintena. Sólo es que no acabo de hacerme a la idea. Hace tiempo, cuando empezaba en esto del periodismo, los becarios nos dejábamos todo para conseguir un hueco, por miserable que fuera, al lado de los redactores de verdad. Nos entusiasmaba estar cerca de un profesional. Era como acercarse un poquito a la meta. Nos lo creíamos. Muchas veces me he quedado sin comer por cubrir un tema que consideraba interesante, que me gustaba. Sucedía especialmente al lado de mi 'padre', Emili Gisbert. Y veía que mis compañeros sentían lo mismo.
Ahora no es así. Y no sólo en nuestra redacción. Los becarios ya no están; se han ido y nadie llora su ausencia. Al revés, casi es un alivio. Durante estos dos meses han pululado como fantasmas por el periódico, arrastrando cada encargo como si fueran pesadas cadenas. Creía que todo era consecuencia de mi imaginación, que realmente la edad me estaba afectando, hasta que me enteré de que montaban una fiesta porque, por fin, ya no tenían que volver. Un compañero todavía no ha conseguido encajarse la mandíbula desde que se lo confesaron abierta y alegremente. Quedaban liberados de su condena.
Bueno, pues cuando parecía que ya no volverían, me encuentro con que uno de los penitentes ha conseguido quedarse (a su pesar, claro). Increíble. Lo que a cualquiera en mi tiempo y no hace tanto le habría costado sudor, lágrimas y algo más, a ella se le ofrece sin más, sin mostrar más entusiasmo que el funcionario que sella un documento en la oficina del Inem. No tengo nada contra la ciudadana en particular pero la situación no deja de incomodarme. Las cosas han cambiado. En realidad la condena no era para ellos, es para nosotros.

martes, 4 de septiembre de 2007

Trentaytantos...

Ya está. Ya no hay vuelta atrás. Todos dicen, los que la han sobrepasado claro, que es la mejor década. Que tienes las cosas claras y que sabes lo que quieres. En mi caso, no creo que sea del todo cierto pero es verdad que es diferente. De no serlo nunca habría ingresado en el universo bloggero. Es ahora cuando cualquier modificación en mi entorno, por pequeña que sea, me sacude con más fuerza, cuando me noto sobrepasado por las circunstancias que me rodean. Algunos compañeros, también entrados en años, han decidido ampliar sus objetivos y trasladarse a la capital. Me despiertan cierta envidia. Antes me hubiese cambiado por ellos sin dudarlo ni un instante. Pero ya no lo tengo tan claro. No digo que no lo hiciera pero me costaría un mundo. A lo largo de la veintena he saltado de una sección a otra y de Alicante a Valencia sin importarme demasiado y, cuando parece que he conseguido cierta estabilidad, afrontar un nuevo cambio me provoca pánico. Esa sensación no es agradable y, por eso, voy a hacer caso a mis amigos, voy a esperar tranquilamente a que la madurez me alcance un día de estos y me traiga la década más feliz de mi vida. Eso es así!