miércoles, 17 de octubre de 2007

Bienvenido, caos

Hace tiempo que estoy demasiado complaciente. El rosa ha engullido todo lo demás durante un tiempo pero la realidad siempre acaba por imponerse. Me quedan muchas cosas por resolver y tengo la sensación de no llegar a ninguna. Los desajustes me han llegado de repente, cuando ya no los esperaba. No son cuestiones de excesiva importancia aunque sí necesarias para mi vida cotidiana. Poner una lavadora, hablar con el director del banco, recomprar mi casa, descartarla o retomar mis contactos familiares son asuntos de los que me he desentendido demasiado tiempo y ahora no paran de acosarme. No he llegado al extremo de que me asfixien y me devuelvan al gris pero siento la necesidad de atajarlos antes de que se me escapen de las manos. Más aún, creo que son estas cosas las que deben de marcar mi agenda, las que tengo que priorizar sobre cualquier otra. Al fin y al cabo son las mías.
El desorden no es siempre sinónimo de problemas. A veces simplemente sirve como sistema de alarma para enfocar lo verdaderamente importante. Creo que esta vez lo he entendido y voy a tratar de poner soluciones. Eso sí, sigo sin renunciar al rosa.

lunes, 15 de octubre de 2007

Oasis laborales

Pocas veces encuentro una sensación especial en el trabajo. Habito excesivamente en lo cotidiano y sólo algunos detalles consiguen difuminarlo. Con todo, en ocasiones ocurre. Unas veces son los sucesos otras, como ahora, los especiales. El último me ha parecido casi impecable; Nada que objetar (menos aún viendo la competencia). Sin duda, ha constituido una de las mejores experiencias como redactor. No se trata de haber conseguido un texto genial, una buena historia o cualquier otro logro personal sino de algo más relacionado con el grupo. Todos los que participaron en su elaboración han aportado algo suyo y el resultado ha sido más que bueno.

He de confesar que en un primer momento me apetecía afrontar el suplemento en solitario. El tema me interesaba y era el primero para el que me designaban oficialmente como coordinador (si no contamos el de las fiestas patronales). El exceso de trabajo me obligó a reclutar a los míos, en los que más confío, y ahora, con el documento en las manos, me alegro de que haya sido así. Hemos sabido trabajar juntos y no me ha parecido excesivamente complicado, algo que no sucede en el día a día, donde nos perdemos constantemente en el individualismo. He ejercido de responsable pero lo cierto es que no he hecho más que dejar que los demás aportaran sus ideas. Quizás la clave esté en esto mismo, en no mirarnos tanto el ombligo, abandonar la búsqueda de la gloria personal y preocuparnos más por el éxito global (casi parafraseando el nuevo lema de El País). Ocurre en otros periódicos y creo que hemos demostrado capacidades sobradas para llevarlo a término. Sólo hace falta que los de arriba olviden sus cuitas y sus malos modos, sepan ver la valía que desprende su redacción y recompensarla.

jueves, 11 de octubre de 2007

Desde un rincón del mundo

Parecía un día más, un día intrascendente, pero al final no lo fue. Salía de apaciguar algunos fuegos internos del periódico cuando una compañera me abordó: Te ha llamado D.T. Será otro, le dije, porque ése no creo.
Pues vaya si era. Y encima conseguí hablar con él unos minutos. Un regalo. Lo necesitaba. Le echo de menos más de lo que se piensa. Lleva un mes fuera y me parece una eternidad. Aún así el contacto fue rápido y natural, como si nunca se hubiese ido. Algo que creo que sólo sucede con los amigos de verdad. Es más, me dio la sensación de que la distancia ha conseguido reforzar ciertos vínculos e incluso me permití cortar una conversación con mi director para atender plenamente su llamada.
De la breve conversación logré extraer que está feliz. Está disfrutando de un viaje único, de envidia. De esos que sólo se hacen una vez en la vida. De hecho, últimamente se ha convertido en el protagonista de muchas de mis conversaciones: pues tengo un amigo que se ha ido a dar la vuelta al mundo, proclamo por todas partes.
Pues bien, sólo esa llamada transformó mi día en algo excepcional. Y es que las pequeñas cosas son capaces de cambiarlo todo.

lunes, 8 de octubre de 2007

¿Qué aviones?

La negación siempre es la clave. En mi grupo lo saben desde hace tiempo y la aplican siempre: Pase lo que pase nunca lo reconozcas o estarás perdido sin remisión. ¿Has sido infiel y te han descubierto flagrantemente? Niégalo. Si insistes lo suficiente y con verdadera convicción podrías conseguir que las acusaciones se tambaleen.
Nunca pensé que la táctica fuera nueva pero tampoco que la utilizaran las instituciones públicas. Pues mira por donde, lo hacen. Desde hace un tiempo los aviones sobrevuelan Valencia a una altitud tan exigua que el ruido es insoportable a pie de calle. No se trata de algo ocasional, ocurre desde hace meses por todos los barrios y a todas horas. En principio se dijo que se trataba de maniobras de los pilotos para ahorrar combustible. Luego, los responsables del aeropuerto de Manises aseguraron que la culpa era de unas obras en la pista de aterrizaje. Y ahora, Aena se ha empeñado en que, sencillamente, no ocurre. Los aviones siguen su ruta habitual y no pasan por encima de la ciudad, responden los técnicos ante las múltiples quejas vecinales.
La realidad es que los aviones siguen ahí. Es algo apreciable a simple vista, a cualquier hora y en el distrito que elijas. Negarlo parece un insulto a la inteligencia pero alguien ha pensado que tratar a los vecinos como novias despechadas era la mejor opción. Y así siguen: Unos lamentándose y otros negándolo, cumpliendo la máxima y sembrando la duda. El problema es que cuando la dirección del aeropuerto acepte la realidad y quiera ponerle freno tendrá las manos atadas. Las compañías aéreas estarán tan acostumbradas a campar a sus anchas que amenazarán con retirar a Valencia de sus rutas. Entonces los responsables del aeródromo sí tendrán un problema y caerán en la cuenta de que los cornudos son ellos.

domingo, 7 de octubre de 2007

Vendo piso barato

Leo por todas partes que llega la crisis inmobiliaria y que en EEUU y Gran Bretaña varias entidades hipotecarias se han ido al garete. Además, los tipos de interés se han disparado. Converso con varios amigos y me dicen que el problema ya ha aterrizado en España, que no es una cosa aislada. Los precios están bajando, especialmente los de vivienda usada. Es el momento, pienso. Pero no acabo de estar convencido. Decido esperar pero Llanera y Astroc sufren sendos desmayos y me hacen recapacitar. Todo parece que se confabula en mi favor. Quizás ha llegado el momento de pedir la tasación de mi piso. Igual me llevo una sorpresa y puedo pagarlo solo. Finalmente, me armo de valor y acudo al banco. No te preocupes, me espeta el director al salir de su despacho, todo está a tu favor. Entonces una sonrisa se dibuja en mi rostro: He hecho bien, seguro.
Ja. Ingenuo. No diré la cifra pero la jugada no me ha podido salir peor. El precio es imposible para mí y creo que para cualquier otro también. Ni tan siquiera los bancos son conscientes del problema que tienen entre manos. En pleno frenazo de ventas inmobiliarias se permiten el lujo de fijar un valor desorbitado. Precio de mercado, insiste el tasador. Me dan ganas de preguntarle cuánto cobra y si él podría permitírselo pero callo y estudio una fórmula que me ayude a satisfacer esa cantidad y recuperar mi independencia lo más rápido posible. Escudriño mi nómina y los números no cuadran ni por asomo. ¿Precio de mercado? ¿De cuál? Pregunto a la gente que me rodea y no muchos cobran más que yo. Entonces, ¿cómo que precio de mercado? Nos hemos vuelto locos. ¿Pero no había crisis? Me da la sensación de que la única crisis es la mía. A este paso voy a acabar mendigando un hueco debajo del puente de Campanar. Pues nada, seguiré parasitando a papá.

miércoles, 3 de octubre de 2007

En el borde del precipicio

Convertir un falso aviso de bomba en noticia es un error y de los gordos. Lo saben hasta los estudiantes de primero de facultad. Pues bien, parece que algunos compañeros no acaban de aprenderse la lección. A falta de una noticia de verdad que vender, el intento de periodista en cuestión comenzó a pregonar a voz en grito que tenía una exclusiva (otra más), reclamando protagonismo en mitad de la redacción. Se había caído una casa en el centro y, además, como novedad, aportaba que alguien había reivindicado un hipotético coche bomba en los alrededores. Bendecido por las autoridades, pretendía obviar o minusvalorar el derrumbe en favor de la no noticia. Me tuve que morder la lengua para no soltarle un exabrupto y explicarle un par de cosas.

La información es siempre muy delicada y la de sucesos más aún. No hace falta buscarle tres pies al gato para equivocarte. Publicas algo con la mejor de las intenciones y al final lo que has escrito acaba por no ajustarse a la verdad. A veces simplemente es cuestión de un pequeño matiz que rompe la estructura. Nos sucede a todos. Por eso siempre hay que intentar hilar muy fino aunque no siempre se consiga. Pero lo de este chico raya lo indecente. Sencillamente, se limita a pregonar cuestiones sin confirmar o sin ningún tipo de base. He pasado por esa sección y sé lo duro que es llevar el día a día. Eso, sin embargo, no le excusa. La presión es igual para todos y hay determinadas cosas que no se deben consentir. Al final, alguien impuso cordura y evitó el desastre: La no noticia fue relegada a la nada y la información salió medianamente correcta.

Lunes de nuevo

Hay semanas en las que uno transita por la vida como sonámbulo. Sencillamente te levantas y dejas que el día te arrastre. La cosa consiste en sobrevivir, sin más. Generalmente suelo trazar proyectos, marcarme objetivos, pero esta mañana me ha invadido esa sensación. Sabía (no sé cómo ni por qué) que cualquier plan que me marcase se iba a venir abajo como un castillo de naipes. He pensado que era inútil tratar de combatirlo y no lo he hecho, me he dejado llevar sin oponer resistencia alguna. Como siempre. Al final, el rosa ha acudido al rescate y ha roto el maleficio. Ahora no dejo de pensar que podría haber hecho más, que a veces debo de poner algo de mi parte para anular esa sensación de raíz y no dejarla crecer durante todo el día porque cuando me doy cuenta se ha apoderado de toda la semana.
Lo dicho, borrón y cuenta nueva. La semana acaba de empezar aunque estemos a miércoles.