miércoles, 28 de noviembre de 2007

Costumbres forzadas

Ha llegado la fiesta del periódico. Por una vez, quizás animado por el dandismo que confiere la entrada en la decadencia de los 30, me había animado a comprar un buen traje, una buena camisa y una corbata ejemplar. Quería verme bien. Voy a la tienda una, dos y tres veces para asegurar la decisión. Al final salgo convencido de que todo ha ido como esperaba y con tiempo de sobra. Sólo una pega, hay que arreglar las mangas. La dependienta me anima a confiar en que no hay problema ninguno, que es un apaño normal y que en dos días me vendrá como un guante. No sé por qué pero su seguridad dispara mis ganas de vestir bien. Entre dudas me hago con una camisa y una corbata avaladas por nuestro experto en moda. Todo va perfecto, incluso me atrevo a romper la convencionalidad (poco, eso sí) del atuendo.

Pero como suele ocurrir en estos casos, algo se ha torcido el último día. Cuando me presento en la tienda dispuesto a recoger la indumentaria, me dan la mala noticia: no se puede arreglar. El gris se apodera por completo de mí durante unos segundos, aunque no demasiado. Dos llamadas fueron suficientes para devolverme al rosa. Pero el ánimo recuperado no implica ninguna solución práctica. Como siempre, me toca perder el culo para no llegar tarde. Parece que es mi sino. Es algo contra lo que no puedo competir. Desde que me conozco he ido a contrarreloj y la edad no va a cambiarlo, ahora lo veo. Lo que no deja de crecer es mi ingenuidad.

martes, 20 de noviembre de 2007

Reconciliaciones

Visita a Alicante y salida obligada. Demasiadas copas o demasiada edad (o las dos al mismo tiempo) porque estuve a punto de desfallecer. Mi estómago no pudo soportar el trasiego y reclamó un tiempo muerto a mitad de la noche. Al final, conseguí superar el bache y volví a experimentar las sensaciones que siempre me ha provocado esa ciudad. No se trata de un asunto arquitectónico sino más bien de seguridad, de amistad y de recuerdos. Cada vez que me asomo por sus calles lo hago acompañado por las mismas personas y por el mismo espíritu, ése del que nunca gocé cuando vivía allí. Entonces era otra cosa, se trataba de una obligación que soportaba a duras penas. Hoy las cosas han cambiado. Quizás porque no es mi lugar de residencia y sólo acudo de visita o quizás porque el paso de los años ha reblandecido mi animadversión hacia ella. En esta ocasión, además, había otro componente que añadir, el anuncio de un nuevo estatus.
El resultado fue el esperado, demasiada tensión para reaccionar con normalidad. El tiempo seguro que lo cura, lo hace con todo, incluso con Alicante.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Intrascendencia

Era cuestión de divertirse más que otra cosa. Los equipos implicados no parecían los más apropiados para ofrecer un gran espectáculo. De un lado, el Valencia, con nuevo entrenador y en pleno desequilibrio de todo. Del otro, el Murcia, cuya principal virtud era tener un chándal como el traje de faena de Peter Parker. Hacía meses que no iba al fútbol y, por lo visto el sábado, se me han quitado las ganas de repetir, al menos hasta que pase un tiempo. Lo bueno es que lo que ocurrió unos metros más abajo no me pilló por sorpresa. Del resto, todo bastante bien.
Es impresionante la capacidad que tiene el deporte profesional y el ambiente que lo envuelve de abstraerte de cualquier pensamiento. Pese al peñazo del juego, conseguí olvidarme de mis preocupaciones que, aunque no sean muchas ni muy graves, ahí están. Paños de agua caliente que no sirven de nada, dirán algunos. Pues sí, pero efectivos durante un rato al fin y al cabo. Suficientes para recargar pilas y recomenzar. Con todo, un alivio temporal que no excusa el inmovilismo que practican algunos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cupido existe

Hay personas que se graban en el corazón sin un motivo aparente. Basta una simple mirada para que una cara, un gesto o una sonrisa no se olviden nunca. Es una sensación fácilmente reconocible: Algo se ilumina en la mente y su destello deja una marca imborrable en la memoria. Eso fue lo que me ocurrió hace ya algunos años, cuando la conocí en Alicante. Entonces no sólo me pareció una chica guapa, era otra cosa, era especial. Conseguía que todo lo que la rodeaba fuera radiante. Su alegría desbordaba todo lo que hacía y escribía. Entonces no le di demasiada importancia.
Ha pasado el tiempo y nada ha cambiado, sigue igual. El transcurrir de los años no le ha hecho perder ni una pizca de aquel carácter. Es más, la madurez le ha aportado serenidad. Fue en nuestro reencuentro en Valencia cuando descubrí que no me la podía sacar de la cabeza. A su lado era feliz. Era suficiente una sonrisa suya para dar por bueno el día. Fue lo único agradable de una etapa sombría de mi vida en lo profesional y en lo personal. El rumbo que tomaban los acontecimientos no era el que yo hubiera deseado pero no tenía la fortaleza necesaria para cambiarlo. Coincidencia o no, la visita del Papa a Valencia pareció devolverme las fuerzas, rompí con todas las ataduras y establecí un nuevo sistema de prioridades. Comencé un camino que sólo me podía llevar a ella.
- Te quiero.
Me costó más de un año pronunciar las palabras que siempre me asaltaban en su presencia. Fue un acto reflejo, no lo había premeditado, pero cuando oí que salían de mi boca sentí un gran alivio. Por fin me había decidido. Las dije sin esperar una respuesta, ingenuo, sin saber que me conducirían al periodo más feliz de mi vida.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Figuras espectrales

Hace tiempo que no está pero casi nadie se ha dado cuenta. Se fue como llegó, en silencio, sin hacer ruido, sin despedirse. Su lugar estaba al fondo de la redacción y no daba más muestras de su existencia que un escueto 'hola' al pasar por entre las mesas. Se sentaba y dejaba que transcurriesen unas horas antes de recoger sus cosas y emprender la marcha a casa o adonde quiera que fuera. Algunos dicen que el director no quiso que continuase pero dudo hasta de que supiese que trabajaba con nosotros. Creo que sencillamente un día se quedó y nadie le dijo nada; se convirtió en un objeto más del periódico.
Durante su exigua estancia en la redacción ha aportado más bien poco por no decir nada. Ni tan siquiera fue capaz de buscar un restaurante donde celebrar la última fiesta de los becarios. No era una habitual de los corrillos ni una fuera de serie de la información. No, supongo que sólo venía a darse un pequeño paseo diario para bajar la comida.
En realidad creo que ella, al menos su espíritu, se fue con el resto de los becarios pero que su cuerpo se resistió a marcharse y se quedó con nosotros un tiempo más. Efectivamente, era un ser tangible, respondía a los estímulos aunque poco más. Al final, no aguantó, se decidió a caminar hacia la luz para reencontrarse con los suyos. Adiós, espíritu, que te vaya bien.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Un lugar en la memoria

Es en días como éste cuando conviene echar la vista atrás, mirar al pasado y recordar. Siempre que lo hago encuentro un precipicio, un agujero en el que si caigo no estoy seguro de poder salir. Por eso sólo me asomo, lo justo para desempolvar la memoria y volver a fijarme en el futuro lo más rápido posible. Sin embargo, es inevitable asumir ciertos riesgos para seguir adelante. El pasado es la base sobre la que se asienta el presente y no puedo dejar de recordar a quien tanto ha influido en lo que soy. El trabajo y la actividad diaria no me permiten pensar demasiado en ella y por eso agradezco los días como hoy, en los que tengo tiempo de sobra para hacerlo.

Han pasado casi dos años y sólo esta mañana he sido consciente de la velocidad con la que transcurren los meses. Las imágenes se habían desdibujado considerablemente pero la visita al cementerio me ha servido para refrescarlas y devolverla a mi cabeza. Ahora me siento mejor.