lunes, 29 de septiembre de 2008

Cuestión de matices (II)

Repetirse uno mismo que eres el mejor puede estar bien. Sube la autoestima y ayuda a ganar confianza. El problema aparece cuando llegas a creértelo tanto que incluso pretendes que tus compañeros te idolatren y comulguen con tus excesos de autoconfianza. Más si incluso insistes en despreciar a los demás para acrecentar tu imagen. Eso mismo ocurrió el otro día en la redacción cuando un compañero consideró a voz en grito que su sección era la puntera del periódico. Subrayó que no es que considerase que su departamento fuese de los más importantes y con mayor peso sino que los que lo integran son los cabezas indiscutibles del cuadernillo. Hubo algunos reproches pero no le hicieron rectificar. Estaba tan cegado en su propia persona que no reparó en el menosprecio con el que había tratado a los presentes. No es la primera vez que le sucede y he decidido no responderle más. No se lo merece. Si quiere mantener esa ficción es su problema. Por mucho que se repita una afirmación no tiene por qué convertirse en realidad.
No fue a mí a quien más hirió su comentario. No estoy ahora mismo en condición de sacar pecho como confesé en mi anterior post pero allí había algunos compañeros que han tenido una semana más que brillante, con temas de verdad, de los difíciles de conseguir y no de esos de buscar un matiz para diferenciarte de la competencia como los del protagonista del post. Me parece una burla que los mismos que reiteran continuamente que esto no es un proyecto individual sino colectivo caigan en el error de auto-reafirmarse delante de los que menos cobran y más trabajan. Qué poco han tardado en asimilar los fantasmas del pasado!

sábado, 27 de septiembre de 2008

Envidia

Sí, me corroe la envidia. Desde que ha llegado el nuevo jefe a la oficina mis compañeros no hacen más que levantar temazos mientras yo cada vez me hundo en la silla. Soy consciente de que son rachas y de que me llegará la oportunidad tarde o temprano como ha sucedido otras veces. Pero se alarga y no puedo evitar tensarme cada día por sumarme al entusiasmo generalizado. Necesito tiempo y suerte.
Mientras pienso en qué hacer para superar mi desidia de los últimos días llega la convocatoria de la cena de despedida del anterior director. Además de una cena excepcional en la que volví a descubrir lo buenos que son mis compañeros, descubro la capacidad que tienen algunos de disfrazar lo que de verdad sienten. Ver para creer, ¿quién dijo que el camaleón es el único animal capaz de mudar el color de su piel en un tiempo récord? Ayer, alguno ejerció de lagarto.

martes, 9 de septiembre de 2008

Estocolmazo

Qué mal sienta a veces el verano. Hay quien dirá que a algunos peor que a otros y con razón. Que se lo digan a mi ex jefe, que ha visto cómo pasaba de ser el amo y señor del periódico a engrosar la lista de cargos invisibles. No se lo esperaba y tampoco ha sabido encajarlo demasiado bien. Pensé que viviría este momento con mayor entusiasmo pero la verdad es que tengo sensaciones contradictorias, no acabo de estar satisfecho. Por una parte, me alegro. Ha hecho daño a mucha gente y quizá se lo merecía. Pero, por otra, no me gusta la manera de proceder de esta empresa. Se podían haber tomado cartas en el asunto desde hacía tiempo y de forma justificada. Sin tener que recurrir a la encerrona y al mal gusto. Nadie se merece algo así, ni tan siquiera él. Me dicen que lo que me pasa tiene un nombre, Estocolmo, y puede que sí.
Bueno, esperemos que todo sea para mejorar. El nuevo hombre tiene lo imprescindible, es correcto, inteligente y, sobre todo, buen periodista.

martes, 2 de septiembre de 2008

Un poco más viejo

Mentiría si dijera que no me importa. Quedan sólo unas horas para superar la barrera y adentrarme en una edad que desde el año pasado me quita el sueño. No es que sea el infierno pero me deja intranquilo. Los 30 ya casi quedan atrás y todavía no me siento una persona adulta ni mucho menos. Hay quien dice que soy un desorden continuo y no lo niego. Pensé que el tiempo me pondría en mi lugar, que sólo era cuestión de dejarme llevar y que así encontraría la madurez. Ya veo que no. Sigo en el mismo escalón aunque un 100% más feliz, eso sí.
He pasado el año sin querer pensarlo demasiado pero la cuestión es que me voy haciendo mayor y cada vez estoy para menos cosas. Me cuesta un mundo salir y tomar unas copas de más sin tener problemas al día siguiente para mantener la dignidad. Me enfado con una facilidad imposible en otros tiempos y soy reacio a cualquier cambio. En definitiva, no quiero cumplir más, quiero quedarme como estoy.