miércoles, 28 de noviembre de 2007

Costumbres forzadas

Ha llegado la fiesta del periódico. Por una vez, quizás animado por el dandismo que confiere la entrada en la decadencia de los 30, me había animado a comprar un buen traje, una buena camisa y una corbata ejemplar. Quería verme bien. Voy a la tienda una, dos y tres veces para asegurar la decisión. Al final salgo convencido de que todo ha ido como esperaba y con tiempo de sobra. Sólo una pega, hay que arreglar las mangas. La dependienta me anima a confiar en que no hay problema ninguno, que es un apaño normal y que en dos días me vendrá como un guante. No sé por qué pero su seguridad dispara mis ganas de vestir bien. Entre dudas me hago con una camisa y una corbata avaladas por nuestro experto en moda. Todo va perfecto, incluso me atrevo a romper la convencionalidad (poco, eso sí) del atuendo.

Pero como suele ocurrir en estos casos, algo se ha torcido el último día. Cuando me presento en la tienda dispuesto a recoger la indumentaria, me dan la mala noticia: no se puede arreglar. El gris se apodera por completo de mí durante unos segundos, aunque no demasiado. Dos llamadas fueron suficientes para devolverme al rosa. Pero el ánimo recuperado no implica ninguna solución práctica. Como siempre, me toca perder el culo para no llegar tarde. Parece que es mi sino. Es algo contra lo que no puedo competir. Desde que me conozco he ido a contrarreloj y la edad no va a cambiarlo, ahora lo veo. Lo que no deja de crecer es mi ingenuidad.

4 comentarios:

AnayDani dijo...

joder, y todo esto por un traje. Si quieres te traigo uno de Vietnam que son baratitos.

Anónimo dijo...

POr cierto, sigo sin poder mandarte mails. A ver si te haces una cuenta de hotmail o algo para mi, y mis cartas de amor, carinyito.
Desde el otro lado del mundo

Juanjo Marcos dijo...

Estimado señor, sckeleton, iba usted la mar de elegante. Así que no se me ahogue en un vaso de agua.

Anónimo dijo...

Me sumo al apunte del maestro clau-claudio