viernes, 14 de septiembre de 2007

Insomnio

Cuando lo estaba desenvolviendo y vi las primeras aristas de la caja que lo contenía, sabía que me conduciría a la perdición. Ahora, a altas horas de la madrugada todavía no he parado de comprobarlo. Trato de echar la culpa a mis compañeros de trabajo, que fueron quienes decidieron entregármelo, pero la culpa no es más que mía. Desde la niñez siempre he tenido una facilidad inmensa para engancharme a cualquier sistema de entretenimiento por tonto y simple que fuera. Ahí están mis hermanas y mi padre para atestiguarlo. Era darme un videojuego cualquiera y no molestaba en todo el día; mi mundo quedaba restringido a los esquemáticos personajes que aparecían en la pantalla (Al fin y al cabo, quizás mis padres tuvieron la culpa de mi adicción por abusar del método para que me estuviese quieto). Disponer de uno de estos prodigios te garantizaba amigos. Todos se arremolinaban a tu alrededor para que les dejaras aunque fuera una sola partida. Fui un fanático del Rampage, del Snow, del Side Arms y, como no, del Out Run. Nada que ver con los espectaculares gráficos de los videojuegos de ahora. Antes nos conformábamos con mucho menos. Dos botones parecían un mundo por dominar. Fuimos la generación de los recreativos, esas salas de maquinitas y petacas que hoy prácticamente han desaparecido. Entonces ser canalla era pasarse el día junto a los futbolines y todos tratábamos de ser malos.

Las consolas de última generación han echado a perder aquel ambiente. Ahora, quien más quien menos tiene una playstation en el comedor de su casa. Pero ya no es lo mismo. No hay nadie alrededor a quien mostrar tus habilidades. Ni tan siquiera internet te ofrece la gloriosa sensación de machacar a tu rival cara a cara. Todo se hace más solitario. Más vacío. Sin embargo, aquí estoy. Dándole a los mandos y perdiendo el tiempo. ¿Por qué me habéis hecho esto?

2 comentarios:

Juanjo Marcos dijo...

Lo mejor del Outrun era la rubia que llevabas al lado. Tienes razón, tenían mucho más encanto aquellos billares, donde ser un as en el Gaunglet todavía era todo un logro social.
Descansa los pulgares!

Peter Parker dijo...

Cómo lo sabes, compañero. Y mira que intentamos recuperar el espíritu de los recreativos en Alicante...